Actualizado 21-Febrero-2019
Leyenda o Mito La Llorona
La leyenda de La Llorona, es un relato muy arraigado en la tradición oral de toda Latinoamérica. Existen numerosas versiones de esta misma leyenda, dependiendo del lugar geográfico donde se narre.
La Llorona es comúnmente representada como el alma en pena de una mujer, de cabello largo y vestido blanco, que suele aparecer en las noches, generalmente a orillas de ríos, llamando con fuertes llantos y aterradores lamentos a sus hijos.
El origen de esta leyenda se remonta a la colonia, sin embargo, la presencia de seres fantasmales que lloran en los ríos por motivos diversos es una característica recurrente de la mitología aborigen de los pueblos prehispánicos; por lo que se asume que la mezcla de estas culturas fue quien le dio forma a esta aterradora leyenda.
A pesar que en las diferentes versiones de la leyenda existen varias similitudes, llama la atención que mientras la Llorona mesoamericana es castigada por haber asesinado a sus hijos, los de algunos relatos de Sudamérica, han sido raptados y asesinados por terceros, lo que convierte a esta en una víctima inocente de la maldad ajena, por lo que llora eternamente.
Según la versión de la leyenda en la tradición colombiana, la Llorona es el fantasma errante de una mujer que lleva un niño en el brazo, hace alusión a su nombre porque vaga llorando por los caminos. Se dice que nunca se le ve la cara y llora de vergüenza y arrepentimiento por lo que hizo a su familia.
Quienes le han visto dicen que es una mujer de ojos rojizos, con vestido blanco sucio y deshilachado. Lleva entre sus brazos un bultico como de niño recién nacido. No hace mal a la gente, pero causan terror sus fuertes llantos y los espeluznantes lamentos a su hijo.
Las apariciones se reportan en lugares solitarios, desde las ocho de la noche, hasta las cinco de la mañana. Sus sitios preferidos son las quebradas, lagunas y charcos profundos, donde se oye el chapaleo y los desgarradores quejidos.
Se les aparece a los hombres infieles, a los perversos, a los borrachos, a los jugadores y en fin, a todo ser que ande tramando maldades.
Dice la tradición que la llorona reclama de las personas ayuda para cargar al niño; al recibirlo se libra del castigo convirtiéndose en la llorona la persona que lo ha recibido.
¿Y cuál es la leyenda de La Llorona en Colombia?
Cuenta la leyenda, que durante la guerra civil, siendo presidente de Colombia José Ignacio de Márquez, con motivo de las pretensiones del presidente Ecuatoriano Juan José Flores, de quitarle a nuestra patria, los territorios que hoy forman los departamentos de Nariño, Cauca y Valle del cauca; se estableció en la Villa de las Palmas o Purificación, un Comando General, donde se concentraban gentes de distintas partes del país.
Uno de sus capitanes, de conducta poco recomendable y que encontraba en la guerra una aventura divertida para desahogar su pasado lamentable de asaltos y crímenes, se instaló con su esposa en esta villa; estuvo allí varios días, pero su vida era la guerra, así que alisto sus armas, organizó viaje y abandonó a su mujer para seguir en la lucha.
Su afligida y abandonada mujer se dedicó a la modistería para no morir de hambre mientras su marido volvía y terminaba la guerra.
Al correr del tiempo las gentes hicieron circular la noticia de la muerte del capitán y la pobre señora guardó luto riguroso por un año, hasta que se le presentó un soldado que formaba parte del batallón de reclutas que venían de la capital hacia el sur, pero que por circunstancias especiales, debía demorar en aquella localidad algunas semanas.
La viuda convencida de las aseveraciones sobre la muerte de su marido, creyó encontrar en aquel nuevo amor un consuelo para su pena, aceptó al joven e intimó con él.
Los días de locura pasional pasaron veloces y nuevamente la costurera quedó saboreando el abandono, la soledad, la pobreza y sorbiéndose las lágrimas por la ausencia de su amado.
Aquella aventura dejó huellas imborrables en la atribulada mujer, porque a los pocos días sintió palpitar en sus entrañas el fruto de su amor.
El tiempo transcurría sin tener noticias de su amado. La añoranza se tornaba tierna al comprobar que se cumplían las nueve lunas de su gestación.
Un batallón de combatientes regresaba del sur el mismo día que la costurera daba a luz un niño flacuchento y pálido. Aquel cuartucho silencioso y pobre se alegró con el llanto del pequeñín.
Al atardecer de aquel mismo día, llegó corriendo a su casa una vecina amiga, a informarle que su esposo el capitán, no había muerto, porque sin temor a equivocarse, lo acababa de ver entre el cuerpo de tropa que arribaba al campamento.
En tan importuno momento, esa noticia era como para desfallecer, no por el caso que pocas horas antes había soportado, como por el agotamiento físico en que se encontraba. Miles de pensamientos fluían a su mente inquieta. Se levantó decidida de su cama. Se colocó un ropón deshilachado, sobre sus hombros, cogió al recién nacido, lo abrigó bien, le agarró fuertemente contra su pecho creyendo que se lo arrebatarían y sin cerrar la puerta abandonó la choza, corriendo con dificultad. Se encaminó por el sendero oscuro bordeado de arbustos y protegida por el manto negro de la noche.
Gruesas gotas de lluvia empezaron a caer, seguía corriendo, los nubarrones eran más densos, la tempestad se desato con más furia. La luz de los relámpagos le iluminaba el camino. La naturaleza sacudía con estertores de muerte. Los arroyos crecieron, se desbordaron.
Al terminar la vereda encontró el primer riachuelo, pero ya la mujer no veía. Penetró a la corriente impetuosa que la arrolló rápidamente. Las aguas bramaron. En sus estrepitosos rugidos parecía percibirse el lamento de una mujer llamando a su hijo.
Pasó la tormenta y solo quedaba en el aire frio, el canto agorero de un ave que anunciaba la desgracia.
Después de tan terrible situación, de las profundidades del río, emerge su ánima angustiada, que no renuncia a rescatar del río al hijo que ha perdido. Dedica las noches a buscar en charcos profundos, lagunas, quebradas y cañadas, donde se oye su chapaleo y los desgarradores quejidos llenos de dolor llamando a su hijo, ¡Ayyyyyyy Miiiiiiiii Hijooooooo!.
Ver una version de la leyenda la Llorona
Fuente:
Angélica García - Colombia País Maravilloso
Publicado 07-Agosto-2010